miércoles, 14 de octubre de 2009

Gisele tiene un hijo

Ya saben ustedes que dos veces estuve enamorando. La última de mi novio Gabriel. La primera de Giselle.

A Giselle la conocí por chat cuando tenía 18 años. Nunca terminé de enterarme cosas de ella.

Era la época en la que yo chateaba con mujeres. O me ponía al lado de la pantalla de mis amigas y le seleccionaba los nicks de chicos que realmente a mi me hubiese gustado tratar. Chateábamos mucho.

Ese día yo estaba solo. Había salido de la facultad de Derecho y me fui a un cyber. Estaba aburrido. Después de una hora la encontré bajo valla a saber qué nombre. Hablamos un poquito. Le pasé mi mail y le dije que me iba, que tenía muchas ganas de hacer pis; eso fue lo que le dije. Me pidió que no, que me quede un rato más. Y me quedé, mucho tiempo me quedé.

Nos fuimos conociendo. Ella era una de las primeras personas que se interesaban en mí. Yo no tenía experiencia con mujeres ni hombres, en nada (sí, un boludo total con pelos en las piernas). Me pasó el teléfono de su casa cuando aún no todos tenían celular. Nos pasábamos horas hablando. Hasta que me pidió que nos viéramos cara a cara. Ni siquiera una foto teníamos del otro. Después de meses de dar vueltas accedí.

Nos vimos por primera vez en la Plazoleta Jorge Luis Borges, de acá, Mar del Plata. Excepto la última vez, siempre nos encontramos en el mismo lugar.

Esa primera vez no me cayó bien. Sentí con indiferencia su saludo. Tenía una gorra y anteojos de sol. Yo estaba expectante, y sentí eso, que fue indiferente. Con el tiempo comprendí que era una de las muchas estrategias que emplean las mujeres cuando alguien les interesa. Porque yo le interesé, supe después.

Fuimos amigos. Yo la visitaba con frecuencia en su trabajo. Teníamos mucha afinidad. ¿Aprendí? a soportar su manía imparable de hablar, su obsesión con Axel, el cantante.

Por esa época, a fin de año, yo empezaba a buscar trabajo por primera vez; su tío es un empresario importante y no perdí oportunidad de hacerle llegar mi CV. En Diciembre me llamaron y tuve mi primer trabajo en un negocio, como vendedor.

Trabajamos un tiempo juntos. Eran muchas horas, y nos cruzábamos continuamente. Nos decíamos cosas, cosas lindas que ya no recuerdo, nos tocábamos las manos, ese tipo de cosas hacíamos. Yo me hice la cabeza. Y me enamoré.

Antes de dejar el trabajo me enteré que tenía novio. Fue raro. No lo creí de entrada. Hacía ya un año que nos conocíamos y hablábamos de todo, y nunca tocó el tema. Le pregunté, pero me evadió groseramente. Hasta que la arrinconé y no me dijo que sí, pero de ninguna forma lo negó. Que tonto, me dije. Que tonta, pensé.

Pero me había enamorado. Y como regalo del cielo ella se estaba separando.

Un día antes de empezar las clases ahora en Historia me le declaré. Simplemente le dije que ya no podíamos ser amigos, porque mis sentimientos no eran de ese tipo. Ella me preguntó qué iba a ser de nosotros: “lo que quieras”, le dije, “pero amigos no”. Se contentó con que nos siguiéramos viendo. Ella me dijo que me quería, pero que no me quería perder ahora que esto me pasaba a mí (chicas: eso no se hace).

Desde este punto en adelante la historia se empieza a complicar. Todo fue muy largo. Ella nunca se sacó de la cabeza al ex.

Me enteré cosas feas, sórdidas y violentas que no esperaba, y decidí cortar por lo sano. Yo estaba hasta la médula de metido en una relación que sólo yo me había armado. Un día me di cuenta de lo difícil que era todo, de cuánto había sufrido. En aquella oportunidad, un día lloré tanto que sentí un dolor extraño, fuera del cuerpo. Sentí que me dolía el alma, un lugar que estaba por encima de mi cabeza, fuera del cuerpo. No importa dónde, la cuestión era que se trataba de la primera vez que me rompían el corazón; fue duelo del que a veces pienso que no me he recuperado por completo.

Días más tarde le dije que no quería saber nada con ella. Giselle se enojó mucho, lloró, tuvo una crisis, su madre me pidió auxilio, me dijo que lo pensara, que ella ahora sí quería ser mi novia (todo muy bizarro). No hubo caso. Estaba muy dolido. En aquella época también juré no volver a enamorarme de una mujer, un gran oportunismo que me sirvió hasta el día de hoy.

Un tiempo después nos vimos nuevamente. Se lo pedí yo. Supuse que deberíamos saldar algunas cuentas, devolvernos algunas cosas, decirnos algo más. Quizás podíamos ser amigos. En algún lugar me engañé, y pensé que podíamos volver a intentarlo. Por suerte existió esa última vez, en la que supe del error de haber querido tener algo con ella: ese día descubrí a una persona distinta, a la auténtica Giselle descubrí, y me culpé por haberme insultado tan bajamente. Nunca más hablamos. Un par de veces la crucé en el centro, y la última ya no la saludé.

Pasaron años y no supe nada de ella. Hasta la olvidé. Llegué a recordarla vagamente con cierto afecto, por pertenecer a aquellos años cruciales de mi vida, de mi historia.

Y hace poco me agregó al Facebook. Hoy, finalmente me decidí y acepté su solicitud. No pude resistirme a curiosear entre sus pocas fotos. Esta cambiada, muy gorda, algo infantil. Y tiene un hijo. Una hija, para ser más exacto. No había muchas más fotos.

Parecía increíble. Olvidé que estoy en la edad en la que mis pares tienen hijos, y eso es ya común. Algunos tienen hasta más de uno y son menores que yo. Cosa a la que no puedo adaptarme, que no me deja de sorprender, que no me deja de entristecer. Un hijo, mi mayor pesadilla. Y Giselle tiene uno, y a mi me cayó como un balde de agua fría.

martes, 13 de octubre de 2009

Con respeto

Hoy un gay me contó su fantasía sexual del último fin de semana. Debería empezar a admitir que mi morbo no tiene límites; todas las semanas le pregunto lo mismo.
Me dijo que se imagino estando con un rugbier inglés (imaginen el cuerpo de un rugbier), de pelo rubio y bello algo menos claro, mucho bello. Sentado en una esquina de la habitación, el novio del gay de la fantasía, filmando. Raro.
Me relató por lo menos cinco poses algo violentas. No me contuve y le dije que ese relato parecía el de una violación, sin poder incluir la escena del novio filmando en mi cabeza.
-Puede ser-, me dice.
Reí con ganas, y seguí insistiendo:
-¿Y te tiraba del pelo?
¡Ah no!-, me dice. –Me violó, sí, pero con respeto.

viernes, 9 de octubre de 2009

Preguntas

Hace mucho mucho mucho, alguien muy especial de quien no tengo noticias desde hace mucho más, me mandó este mail en cadena con la siguiente consigna:

A ver cuántos responden.
Esto es lo que se supone que debés hacer: por favor no seas bruto y no arruines la diversión.
Dale a reenviar, borra mi nombre del asunto y poné el tuyo.
Cambia todas las respuestas por tus propias respuestas, luego envialo a toda la gente de tu lista de contactos, INCLUYENDO a la persona que te lo envió.
Poné tu nombre en Asunto.
La teoría dice que aprenderás muchas cosas sobre tus amigos y ellos sobre ti.
Es fácil y entretenido.

Nunca se lo respondí, pobre. Pero me gustó mucho. Lo respondo hoy acá.

Nombre: Gustavo Ezequiel Diaz
¿Por qué te pusieron ese nombre? Quien despertó el sentimiento paternal en mi papá fue un tal Gustavo.
¿Le pides deseos a las estrellas? ¡No! ¿A las estrellas?
¿La última vez que lloraste? Hace como un mes, en la cama de Gabo, pensando en Thelma y Luis.
¿Pan con qué? Con mermelada de higo.
¿Te gustan los animales? Gustarme… sí.
¿Cuántos hijos tenés? (escalofríos).
¿Colaboras con alguna ONG? No.
¿Si fueras otra persona ¿serías tu amigo? ¡NO!
¿Tenés un diario de vida? Tengo
¿Sos sarcástico? No; más irónico
¿Saltarías un puentin?
¿Cuál es tu cereal preferido? La avena. Se sorprenderían de todo lo que hago con ella.
¿Te desatás los zapatos antes de sacártelos? Sí, son caritos para sacarlos de otra manera.
¿Creés que sos fuerte? En alguna parte hay que creer eso, si no es difícil hasta respirar.
¿Tu helado preferido? Vainilla.
¿Cuánto calzas? 41.
¿Rojo o rosado? Jejeje.
¿Qué es lo que menos te gusta de vos? Algo en mi cara no me convence.
¿A quién extrañas mucho? A mi otro yo.
¿Qué color de pantalón y zapatos tenés puesto? Zapatillas deportivas negras, pantalón deportivo azul; listo para hacer futing.
¿Lo último que comiste hoy? Maní tostado.
¿Qué estás escuchando ahora? Jajajajajja, no lo armé, ¡lo juro por dios! Estoy escuchando Corazón con augeritos de Chiquitas… si tu corazón tiene augeritos…
¿La ultima persona con la que hablaste por teléfono? Mi amorsito.
¿Tu trago favorito? NO BEBO!




Por ahí uno dulce…
¿Deporte favorito para ver por TV? Tenis ¿favorito?
¿Comida favorita? Tamales, tamales ¡TAMALES!... y cualquier comida de campo.
¿Final triste o final feliz? Triste, ¡por favor!
¿Tenés mascotas? Sí, a Alexadre, mi pez.
¿Día favorito del año? Cualquier expectativa hace que sea el peor.
¿Besos o abrazos? “ABAZOOO’s”
¿Sos una persona alegre? Desde hace un tiempo sí.
¿Qué libro estás leyendo? Uno que tiene en el título la palabra Tokio, un policial del Séptimo Círculo.
¿Color favorito? Últimamente… cualquiera vivo. Sí, estoy alegrón.
¿Qué viste anoche en la tele? No miro tele de noche.
¿Rolling Stone o The Beatles? Los ingleses.
¿Dónde es lo más lejos que has estado de tu casa? Santiago del Estero. Y la cama de un extraño.
Fecha de nacimiento: julio de 1986.
Lugar de nacimiento: mi bella ciudad.
¿Signo del zodíaco? Cáncer
¿Estado civil? Tengo 23 años, ¿es eso lo que se pregunta?
¿Color de ojos? Comunes
¿Color de pelo? Castaño oscuro oscuro.
¿Estatura? Perfecta. Me hubiese gustado ser petisón
¿Profesión? Escritor
¿Un amigo?
¿Un auto? Uno que tenga ruedas. Y que sea conducido por otro, preferentemente.
¿Un animal? ¡Un pez!
¿Época en la que te gustaría vivir? En la adultez plena.
¿Idiomas? Español, un muy básico inglés, un más rudimentario italiano, y un perfecto y lírico Zeta Reticuli: jgh,ds.mng.ksdh para todos esta noche.
¿Un programa de TV? “678”
¿Un dibujo animado? Los Simpsons
¿Una película? WILDE (¿la vemos juntos?)
¿Una flor? ¿Una?
¿Una planta? El fiel malvón, jamás me defraudó.
¿Una fruta? Cayote, en almíbar.
¿Tenés algún pircing o tatoo? Tengo.
¿Un lugar de vacaciones? Nunca me tomé vacaciones.
¿Un postre? El helado.
¿Una revista? Cualquiera de interés (o donde escriba Feinmann).
¿Un diario? Página|12 y Crítica de la Argentina (o cualquiera donde escriba Feinmann).
¿El hombre más lindo? ¡No sé como se llama! Es modelo, rubio, novio de una de las Leonas (hokey femenino) y meses menor que yo. Dios, es muy lindo, y hace poco lo vi en una publicidad de ropa interior. Los slips le quedan muy bien, pero después de eso se me fue las ganas de seguir pensándolo. Fuera de eso… un compañerito de clases, jeje, y mi novio, claro.
¿La mujer más linda? Puff, que difícil. Últimamente veo muy linda a Claudia Schiffer, aunque amé a Uma Thurman en la nueva propaganda de Givenchy (la de las piernas cruzadas).
¿Un boliche? Déjenme ir a más de dos en el período de un mismo año y acepto responder.
¿Fuiste a algún recital? No recuerdo
¿Un amigo a través de la web? (¿pensará algo similar él de mi?) Alberto.
¿Una amiga a través de la red? Si hay mujeres en la web no me di cuenta.
Nombra a tus mejores amigos: no no no.
Nombra a tus mejores amigas: no no ¡no!
¿Cábala? La que tenga a mano y haya pasado la prueba.
¿Un papelón? He pasado tantos que estoy acostumbrado. Y lo mejor es que cuando ocurren sólo yo me doy cuenta, me muerdo la lengua, me hago el boludo y nadie se dio por enterado.
¿Un perfume? El que me regalen.
¿Tiempo libre? Mmm, no.
¿Marca de cigarrillos? Philiph (muy eventual).
¿Peor defecto de una persona? Tantos… que no cuide su higiene personal, por ejemplo.
¿Mayor virtud en una persona? La sinceridad sin asco ni piedad. Pero con tacto.
¿Lo más lindo de la vida? Las flores; la amistad; una perra callejera en su refugio amamantando gordos cachorros; el amor; la literatura. Yo.
¿El día más feliz? Falta poco.
¿El día más triste? El duelo de haber perdido mi inocencia.
¿Un buen recuerdo? Las cenas cuando estaba Rubén.
¿Qué te hace llorar? Yo me hago llorar.
¿Qué te hace reír? La estupidez, mi perversión, mi adolescencia tardía, lo peor de mi, la rabia (me sucedió sólo una vez), un buen chiste. La inocencia pura también.
¿Qué te sensibiliza? La gente pobre.
¿Qué no perdonarías nunca? Buena pregunta. En general nada. Depende de la persona. Si la quiero mucho no la perdono.
¿La peor palabra? No la escuché.
¿Un miedo? Que suceda lo peor. Y que suceda rápido.
¿La mayor desilusión? Haber creido.
¿Un sueño cumplido? La victoria socialista de Santa Fé (jejeje).
¿Una frustración? Gran parte de mi vida hasta hoy.
¿El dinero? Vil material.
¿Una meta corta? ¡Bajar de peso!
¿Larga? No me detengo a pensar en eso.
¿Un amor imposible? Van tres.
¿Tenes novi@? Sip.
¿Tu gran amor? ¿De qué hablamos exactamente?
¿A quién odias? No estaría escribiendo esto si odiara. No sería yo si odiara.
¿Un número? El 7.
¿Una letra? La número 7. Tantas coincidencias…
¿Un día? ¿De la semana?
¿Sos feliz? ¡Obvio que no!
¿Cómo te sentís? Lleno, comí mucho.
¿Te duele algo? No.
¿Amás a alguien? Y sí…
¿Extrañas a alguien? Me extraño a mi sobre todo.
¿Tenés todo planeado? En absoluto.
¿A quién le darías un beso si l@ tubieras al lado tuyo? A Gabolín, se me va esta noche.
¿Los ojos de...? De alguien que los tenga violeta.
¿Un regalo hecho por vos? Una carta. Podría haber estado mejor, pero era original.
¿Alguien a quien le debes mucho? A algunos familiares, a otros maestros también.
¿Seven o Sprite? La de Coca.
¿Tom o Jerry? No. El ratón puede ser…
¿Tenés buen humor? No, yo sé que no.
¿Te emborrachaste alguna vez? Cuando salí del armario el piso estaba inundado de Gancia; yo pisé solo los limones, pero me resbalé con un hielo bendito. No recuerdo más.
¿Canción que te hace llorar? Se llama Marta
¿Cantidad de velas que aparecieron en tu último pastel? Jajajaja, una sola, ¡la de Yésica!
¿Amaste a alguien tanto como para llorar? Creo que no. Sí me obsesioné, y eso fue más húmedo.
¿Celoso? Patológicamente no.
¿Café o té? Depende. Si las próximas horas las pasaré cerca de un baño, café.
¿Sábanas lisas o con animalitos? ¿Qué animalitos?
¿Qué cambiarias de tu vida? El color de mi pelo, mi posición social, mi poder de autodisciplina.
¿Qué es lo primero que mirás a un/a chic@? Depende (porque si tiene un cuerno en el costado de la cabeza no le miro las manos). Si es nene la cola, si es nena la cola también, pero de diferente manera (mi comportamiento está relacionado a la teoría de la escasez).
¿Las tormentas te gustan o te asustan? Las amo.
¿Sos ordenado? Depende como venga de ánimo.
¿Mar o montaña? Creo que mar, cuando montaña te cuento.
¿Creés en lo sobrenatural? No creo en lo no-sobrenatural.
¿Hay alguien enamorado de vos? No sé.
¿Sos muy criticón? Muy me queda chico.
¿Tenés paciencia? Tengo. Por qué, cuánta querés.
¿Has mentido? Creo que sí.

martes, 6 de octubre de 2009

Maditos todos (y no se salva nadie)

No voy a dar nombres, No voy a dar ejemplos. Bueno, sólo uno.
Hoy estuve hablando con un chico por chat. Hacía mil que no entraba a la sala a "conocer" gente. Y lo hice porque tenía ganas, muy adentro mío las tenía. Sólo quería charlar con alguien interesante, que me escuche y que me hable de igual manera. ¿Es muy difícil lo que pido?
Perdí mucho tiempo tratando de encontrar a alguien. Y nada. Una pelotuda que se parecía a esa chica de la que me había enamorado hace mucho. Esta chica (la de hoy) me había ilusionado. Más cuando me dijo que tenía 28 años y que tampoco encontraba lo que buscaba. Realmente me ilusioné. Terminé por creer que era apenas una adolescente.
Ya me estaba por ir cuando me habló un chico. Quería mi mail para chatear. No me gusta cuando las conversaciones comienzan así. Lo increpé con cosas como: “no le doy mi mail a cualquiera...”; “para qué lo querés...”; “sucede que no hablo de cualquier cosa, entendés?”. El pibe se bancó la mala onda y estuvimos hablando un rato largo. No me habló más, y realmente decepcionado le dije chau. Me respondió el saludo y me tiró su mail, que lo agregara si quería, me dijo. Y sí, lo agregué. Le dije mi verdadero nombre y muchas cosas más. La conversación se fue al mismísimo diablo, en el buen sentido. Todo muy agradable, hablando de la vida, nunca de sexo y nada de esas cosas.
Me pidió una foto. Se la mostré. Nos quedamos callados. Intentamos seguir, pero esta vez yo también le pedí una. Más silencio. No era feo, pero no me gustaba. No había problema, yo quería hablar, nada más.
Intentamos. Pudimos. Volvimos a hablar casi como antes, de esto, de aquello. No quería mencionarlo, pues esto dificulta la conversación por parte del otro. No me quedó mucha alternativa y le dije, que estaba de novio. Silencio. Algunas palabras más. Hasta que me dijo “Que tengas suerte”. ¿Así se despide a alguien con quien se volverá a hablar al día siguiente? No, pero no me tenía que decir tampoco que se iba a bañar (que fue lo que dijo). Que me diga de una: “Pibe, me cagaste, buscaba a alguien que este listo para ponerla, no que tenga rollos”, o simplemente que no me diga que tenga suerte, eso es como decir Adio en italiano, es una irreverencia.
Son estos momentos los que me ponen mal. Tan mal como hace dos años sentía con frecuencia. Recuerdo que era un estado poderosamente fértil, para escribir, para pensar, pero no tenía muy en claro lo mucho que me destrozaba.
Yo solo quería hablar. No le quería meter cuernos a Gabriel. Quería conocer a alguien. Porque ya estoy empezando a sentirme mal con esto de no hablar con nadie, o ponerme muy nervioso cuando alguien se me acerca. Antes decía ser el típico alumno que podría llevar una bomba en su mochila. Pues eso dejó de ser un chiste. No es que quiera llevar una bomba -por muy anarquista que me esté volviendo-; la bomba la llevo todos los días, adentro, explotando a cada instante.