jueves, 17 de junio de 2010

Teoría del amor

Quiero contarles una cosa muy interesante que me contó Andrés un día después de vernos. Venía a cuento de su experiencia con su ex y la mía con el mío. Casi historias parecidas (lo de él duró un año más y a ambos nos dejaron). Es así: me habló de su teoría sobre el amor, que es como el yogourt (?). Según Andrés el amor es como un yogourt, depende del gusto, alguno es más rico que otro y son todos distintos. Se supone (para la analogía) que a todos nos gusta el yogourt. Que por tiempos lo preferimos de frutilla, otros de durazno. Andrés me dijo que hay que saber darse cuenta cuando un yogourt está vencido para desecharlo a tiempo. No se puede comer un yogourt vencido porque hace mal. Según Andrés hay que darse cuenta cuando el amor se vence, y dejar de insistir (“te puede agarrar una cagadera infernal”). Simplemente recordar a ese amor como un buen yogourt…
Andrés (22) tuvo un novio menor que él. Fue su primera experiencia para este chico y seguro la pasaron bien. Como a Gabriel y a mi, este chico quiso probar cosas nuevas. Como Gabriel conmigo, decidió terminar con Andrés y este quedó destrozado, como yo en su momento. Andrés quiso volver. Yo también quise. Ellos acaso lo intentaron y de allí nació su teoría.
Me dijo que ya no lo ama pero que por siempre guardará los mejores recuerdos. Que si insistiera podría volver con su ex, porque a pesar de lo mal que hoy se llevan él también lo quiere; pero que es inútil, que el yogourt esta vencido y que sólo puede recordarlo como algo bueno.

PD: Esto viene a que últimamente estoy replanteando aquello que creía sobre el amor eterno. Una idea por demás romántica que muy en el fondo me resisto a desechar, pero que todo me indica que es así, que tal cosa no existe más que para la literatura, las películas y los ingenuos. El Amor no existe, existen los amores. Y esto es triste. Pero es que yo estoy triste.

Soltero y la mar en coche

Habrán notado mi ausencia. A veces las cosas me superan. Horacio me superó. Y debí poner un límite. Ya no pude soportar sus amenazas de suicidio, su llanto angustiado, sus llamados en la madrugada ni el de sus familiares. Tampoco la culpa, porque yo no lo amo sino que mucho lo quiero. Y porque ando en otra.
Ayer nos vimos para terminar. Me pidió que no lo deje; le dije que no era yo, pero que va, era yo. Quedó destrozado. Tanto que me recordó a mi mismo hace medio año.
Le dije que ya pasará, que pronto aprenderá a no confiar en nadie, en la manera que yo dejé de hacerlo desde que me separé. Que así se crece y uno termina sobreviviendo.
Me duele mucho verlo así, pero sinceramente creo que es mejor.
Antes de irme a Buenos Aires, a verme con Peter, ir a un vivero y verme también con Carlos, conocí a un chico. Que lo tenía desde hace un año en el msn, pero con el que empecé a hablar más desde hace un mes. Vio fotos mías y dice que le gusté mucho; al final todos me dicen lo mismo. Él supo siempre de mi situación. Sin importarle mucho un día quedamos en ir al cine. Y lo que menos hicimos fue ver la película. Él cruzó su pierna con la mía y no soltó mi mano ni un sólo instante. Muchas veces nos miramos hasta que le robé un beso tímido, por demás tierno entre tantos espectadores anónimos. Antes de terminar el día, como si fuera una escena de película, me llevó a un ascensor y lo trabó entre piso y piso para besarme.
Nos vimos dos días después. Acumulábamos ganas. Anduvimos por plazas y centros comerciales, y en un café “de trampa” otro beso le robé. Todo a escondidas, mientras crecía nuestro fastidio. Antes de viajar me propuso que la próxima vez deberíamos estar en un lugar más íntimo, aunque sea para besarnos y abrazarnos. Me corrió un escalofrío por toda la espalda pero dije que sí. Y así fue. Esta semana me llevó a un “telo”. Fue menos traumático de lo que esperaba, sabiendo incluso que Andrés (nombre ficticio) es activo como yo, y que no daría el brazo a torcer. Terminamos haciéndolo y sin esperarlo quedé con ganas de más.
En el medio quedaron muchos “te extraño”, y algunos “te quiero” (suyos) a los que me he resistido con mucha entereza. Pero las cosas cambian. Yo no quiero volver a estar en pareja, al menos por un tiempo largo, pero estoy ilusionado con volver a verlo y él me muestra indiferencia. La cita debería ser mañana pero apenas hemos cruzado un “hola”.
Hoy es uno de esos días en los que no quiero crecer. Y me acuerdo con insistencia que me quedan dos semanas para mis 24.

PD: he pensado muchísimo en Gabriel, y con tristeza. Extrañar anormalmente a Andrés en mi viaje me hizo pensar en cómo se sentirá Gabriel teniendo a un novio tan lejos. Me han dicho que esa es una elección suya y que merece nuestro respeto... pero no puedo evitar sentir pesar por él. Y es que no lo he dejado de querer...